Donnerstag, 2. Juli 2009

OriEnd

Tres semanas en Turquía te dan un buen vistazo de la cultura y de la gente. Sin embargo para conocer bien los sitios historicos de nombres impresionantes como Ephesus o Esparta se requiere mucho más tiempo. Lamentablemente no tuve ese tiempo esta vez. Me quedé con las ganas de volver con más tiempo para ver y conocer este país montanhoso y maravilloso. Si puede ser, lo viajaré otra vez de manera económica y intensa: a dedo. Esto funciona como sí los turcos entendieron un pulgar en el aire más como una orden que como una petición. Por lo tanto aquí quiero darles las gracias a todos los camiones y coches que me levantaron! Son ustedes personas bellisimas! Sobre todo quiero darle las gracias a Ramazan con el que llegué a Istanbul, saliendo de Mugla.
La ciudad del Bosphoro, Istanbul, es un metáfora. Para mi es sobre todo un metáfora melanchólico ya que simboliza el punto final del viaje. Geograficamente es ademas el punto en el que cruzo del continente asiático al europeo. Aparte de esta interpretación de Istanbul, esta ciudad es tambien metafórico para todo lo que es Turquía politicamente, ya que se extiende en ambos lados del estrecho y por tanto es asiatico y europeo al mismo tiempo. La búsqueda del futuro de la nación de Anatolia (griego antigo: “país en que amanece”) se formula precisamente como una pregunta: “debemos ir hacia el oeste o hacia el este?” Cuán europeo y cuán oriental quieren ser en los proximos anhos?
Turquía es particular cuanto a su historia y cuanto a su situación actual política. Hay una ciudad que merece un juzgado parecido: Roma. Una ciudad que se hizo un imperio mundial. Dónde yo haya estado en este viaje siempre pisaba suelo que antes fue contestado por los romanos. Gracias a este hecho me ha alegrado tanto llegar a Roma. Era como llegar al centro de un poder que estuve maravillando desde hace mucho. Y al final ahí a Roma donde este viaje se terminó. De un mar de mesquitas entre el Mar Marmara y el Mar Negro pasé a un mar de iglesias entre el Mediterraneo y el Tevere.
Me ocurre ahora que podría llamar este viaje el viaje de los cinco mares. Pero ese nombre suena demasiado a un viaje en barco. No voy a pensar en etiquetas ahora, solo quiero pensar y quedarme con las frescas impresiones del Medio Oriente.